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Diálogo global para una alternativa sistémica

En esta hora de grave peligro, en solidaridad con la resistencia ucraniana, reconstruyamos el movimiento antiguerra internacional

Por Mark Johnson and Pierre Rousset. 29 Marzo 2022

Vivimos en un mundo de guerra permanente. Este conflicto tiene un impacto global en los precios de los alimentos y los combustibles, en las relaciones comerciales, en la integración regional y en la manera en que la izquierda entiende la guerra, el imperialismo y la solidaridad.

El movimiento antiguerra internacional se ha mostrado menos activo en los últimos años, a pesar de los conflictos en Yemen, Congo, Etiopía y, por supuesto, más de una vez en Ucrania. Ahora nos enfrentamos al desafío urgente de reconstruir nuestra solidaridad internacional y los movimientos por la paz. La reconstrucción o el refuerzo de los movimientos antiguerra comporta distintos retos para los y las socialistas en un país que es o no imperialista, en un país miembro de la OTAN con bases y misiles estadounidenses (como el Estado español) o sin ellas (como Francia), en un país amenazado militarmente por Rusia (Georgia) o que depende de una garantía de seguridad rusa (Armenia).

Aquí en Europa hemos de hacer todo lo posible por reforzar los lazos entre la resistencia contra la guerra en el este y el oeste de nuestro subcontinente, en ambos bandos en conflicto. Hemos de comprender las especificidades de cada lado y hallar la manera de actuar conjuntamente en el plano continental y global en torno a ejes de movilización comunes (véase más abajo).

En el oeste de Europa podríamos empezar por plantearnos esta pregunta: ¿por qué no vimos llegar antes esta guerra? Grupos aliados y de izquierda de Ucrania, Rusia y otros países de la región llevan varios años haciendo sonar las alarmas. Sin embargo, muchos sectores de la izquierda occidental consideraban que el aumento de las tensiones militares en la frontera de Ucrania suponía sobre todo  una forma de presión ejercida por Moscú sobre los países miembros de la OTAN. Solo tuvimos en cuenta el factor OTAN, nuestra propia lucha contra nuestra propia clase dominante.

Ahora vemos las cosas más claramente. Los discursos de Putin poco antes de la invasión y durante la misma ponen de manifiesto el proyecto imperial ruso en sus dimensiones militar, económica, política y cultural. Este conflicto ha estallado en un momento de profunda crisis de la OTAN tras el desastre en Afganistán y las tensiones durante la presidencia de Trump. Afloraban las divisiones internas, con algunos países europeos de la Alianza proponiendo una coordinación militar más estrecha en Europa Occidental en detrimento de la coordinación con EE UU. El presidente Biden eligió otras palancas para reforzar el control de EE UU en la zona de Asia-Pacífico, con una redefinición del papel del Quad y la creación de la AUKUS (en detrimento de las relaciones entre EE UU y el Reino Unido por un lado y Francia por otro).

Los activos militares de EE UU y la OTAN eran (y siguen siendo) escasos en Europa en comparación con el periodo de la guerra fría. Esta debilidad se puso de manifiesto en la respuesta inmediata de Biden a la invasión rusa, cuando se apresuró a anunciar que EE UU no intervendría militarmente. Varios países europeos miembros de la OTAN, en particular aquellos que mantienen la memoria histórica de la invasión y ocupación rusa y soviética, esperaban una postura muy distinta.

La intención de Putin era ganar rápidamente y colocar a las potencias occidentales ante un hecho consumado, como había hecho ya otras veces, en Chechenia, Siria, Donbás, Crimea y Kazajistán. Esta vez, los estrategas de Putin subestimaron la resistencia del ejército y la población de Ucrania, tanto ucrainohablante como rusoparlante. Sin embargo, la demostración de fuerza de Putin puso en evidencia y acentuó las divisiones en el seno de la OTAN. Casi todos los días, líderes de países miembros de la OTAN emiten declaraciones contradictorias sobre la estrategia de la alianza, particularmente con respecto al apoyo a Ucrania.

El conflicto también ha evidenciado una triple división en la izquierda europea. La socialdemocracia y les Verdes se han convertido en los principales acólitos de la OTAN, como en anteriores conflictos. Parte de la izquierda anticapitalista ha sido incapaz de ubicarse en un conflicto impuesto con un imperialismo no occidental. Estas compañeras y compañeros están confusos. Se niegan a ir más allá de la crítica más benévola a la invasión rusa, son reacios a extender la solidaridad a Ucrania e insisten, contra toda evidencia, en que la OTAN es la única o la principal responsable, en que Ucrania es una marioneta de Occidente o un Estado protofascista y Rusia la víctima real. Su postura es campista: apoyan automáticamente a quienes van en contra de la clase dominante occidental. Desde Ucrania, al igual que desde Siria, se ha intentado durante años advertir a la izquierda occidental de que esta política lleva a un callejón sin salida. Esperemos que ahora algunas personas de esta corriente abran los ojos ante el hecho de que estamos ante la segunda guerra imperialista rusa.

El problema del campismo no es únicamente la dimensión militar y geopolítica. El punto de partida de la solidaridad es sin duda la defensa de las poblaciones que son víctimas de una guerra. La corriente campista es incapaz de actuar en solidaridad con la población ucraniana en virtud de sus ideas geopolíticas sesgadas. Discrimina fríamente el sufrimiento humano cuando reconoce a las víctimas del imperialismo estadounidense y margina, ningunea o niega la existencia de víctimas de otros imperialismos (en Siria, las víctimas de Bachar al Asad y sus padrinos rusos, en Eurasia la población chechena, georgiana y ucraniana y en China el pueblo uigur y el tibetano). Rechazamos este planteamiento. Entendemos que la empatía con las poblaciones afectadas por la guerra, la represión y el exilio es una fuerza motriz fundamental del internacionalismo y de la ética militante.

“Si te estremeces de indignación ante cualquier injusticia, entonces eres compañero mío.”

Ernesto Che Guevara

Presentamos a continuación nuestro punto de vista sobre las tareas que debe abordar, en particular, la izquierda occidental. Esperamos contribuir al debate y a la construcción del movimiento por la paz, la solidaridad con la izquierda y los movimientos sociales de Ucrania, por el apoyo a la gente refugiada y al antirracismo y por el refuerzo de las alternativas al imperialismo en el oeste y el este del subcontinente europeo.

Tesis sobre el movimiento por la paz

Esta es una guerra injustificada del imperialismo ruso contra el país más pobre del  continente europeo. Rusia debe poner fin de inmediato a todas las formas de interferencia en Ucrania y retirar todas sus tropas y grupos mercenarios, dejando de financiar de inmediato a las milicias prorrusas en el Donbás. Es preciso desplegar tropas de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas en el territorio de las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y en Crimea hasta que pueda decidirse pacíficamente el estatuto de estos territorios sobre la base de la voluntad de la población, incluidas las personas que residían en ellos y que han huido a raíz de los conflictos de los últimos años.

Apoyamos la resistencia armada ucraniana; deseamos la liberación de Ucrania de sus ocupantes extranjeros con cualquier medio legítimo. Por consiguiente, estamos a favor del suministro de armas defensivas a las autoridades y al pueblo de Ucrania. Reconocemos el derecho de la población ucraniana a obtener armas de cualquier procedencia, incluidos los países de la OTAN.

En particular, apoyamos la entrega de armas más idóneas para cubrir las necesidades de la resistencia popular, como armas antitanque y sistemas de defensa antiaérea. Rechazamos las exigencias inviables y las excusas de quienes se oponen a una victoria ucraniana y reclaman que Ucrania garantice antes que tales armas no irán a parar a manos de elementos de extrema derecha o criminales (lo cual es imposible de cumplir) o que Ucrania solo debería comprar armas a países no alineados aunque los países de la OTAN se las suministren gratis.

Frente a una agresión militar, la solidaridad implica reconocer el derecho de la población ucraniana a defenderse. El hecho de que el gobierno ucraniano sea capitalista no cambia la situación, como tampoco la existencia de la extrema derecha, en Ucrania como en cualquier otro país, de hecho en menor medida que en muchos de ellos, como Rusia en particular.

No nos incumbe decidir por el pueblo ucraniano cómo organizar su resistencia. Hasta ahora ha optado por una lucha armada de múltiples formas. El pacifismo y la resistencia pasiva no habrían sido suficientes para evitar las tragedias y el coste humano de esta guerra, de lo que todo el mundo es consciente. Una victoria relámpago de Putin le habría animado a ir todavía más lejos.

La industria armamentística ucraniana no puede satisfacer las necesidades inmediatas del país y ha resultado gravemente dañada durante el conflicto. No produce las armas específicas más necesarias, o no en cantidades suficientes.

Ante el riesgo de escalada a una guerra continental y el uso de armas nucleares, hemos de oponernos a toda iniciativa que apunte al enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia.

El enfrentamiento directo entre países imperialistas comportaría un sufrimiento mucho mayor, con efectos nefastos potencialmente globales. El conflicto de Ucrania es el más reciente de una larga serie de enfrentamientos indirectos entre los países de la OTAN y Rusia, antes la Unión Soviética, que se remonta hasta el periodo de guerra fría. Las acciones que podrían provocar el estallido de un enfrentamiento directo interimperalista incluyen el uso de pequeñas bombas nucleares tácticas o de armas químicas en el interior de Ucrania, la imposición por parte de la OTAN de una zona de exclusión aérea sobre parte del territorio ucraniano y la presencia de tropas de la OTAN en el interior de Ucrania.

El apoyo de Occidente a Ucrania en este conflicto, incluido el suministro de armas defensivas y ayuda no militar, no lo convierte en una guerra directa interimperialista, del mismo modo que los numerosos conflictos durante la guerra fría no fueron guerras interimperialistas, por mucho que tanto Occidente como la URSS prestaran apoyo normalmente a los bandos contendientes.

Frente a la invasión rusa, reclamamos boicot, desinversión y sanciones (BDS).

Apoyamos las sanciones estatales contra las propiedades personales de la elite rusa y las sanciones comerciales y financieras que reducen los ingresos del Estado ruso y su capacidad para mantener la invasión y ocupación de Ucrania. También apoyamos las iniciativas de la sociedad civil a favor del boicot y las presiones a las empresas para que desinviertan de Rusia, siempre que su finalidad sea el apoyo directo a la invasión y la ocupación de Ucrania.

No es la primera vez que abogamos por la aplicación de sanciones internacionales. En su día reclamamos sanciones contra el régimen de apartheid en Sudáfrica. Actualmente lo hacemos en el marco de la campaña BDS en defensa del pueblo palestino y en relación con Birmania (Myanmar) desde el golpe de Estado militar del año pasado.

Evidentemente, el tipo de sanciones es una cuestión fundamental. No debemos alinearnos en este terreno con Washington o Bruselas, sino que debemos tener en cuenta la opinión de las corrientes progresistas ucranianas con respecto a la naturaleza de las sanciones que sean defendibles y la de las que deben condenarse en la actual situación concreta. Desde la invasión, la población ucraniana ha sido en su gran mayoría favorable a las sanciones propuestas por los gobiernos occidentales. La izquierda ucraniana no se ha opuesto hasta ahora a ninguna sanción en concreto. La izquierda radical rusa no se opone hasta ahora a las medidas BDS, aunque tampoco las reclama.

Las sanciones se han centrado en limitar el acceso de Rusia a los mercados financieros y servicios bancarios, junto con una lista cada vez más amplia de productos cuya importación o exportación está prohibida. Algunos de los Estados miembros de la UE del este reclaman una prohibición total del comercio con Rusia. Las mayores economías occidentales prefieren de momento prohibiciones selectivas y aranceles prohibitivos sobre los productos rusos importados. Sin duda, estas sanciones provocarán una grave recesión en Rusia, por mucho que China y otros Estados de Europa Occidental hayan evitado la sanción más eficaz: la reducción de sus compras de petróleo y gas rusos1. Sin embargo, empresas occidentales han comenzado a reducir sus compras de Rusia, lo que permite a compradores asiáticos, particularmente indios y chinos, obtener grandes descuentos en la compra de petróleo.

El boicot por parte de la sociedad civil y la presión sobre las instituciones para que retiren sus inversiones de Rusia se han extendido y diversificado mucho en las pocas semanas desde que comenzó la invasión. Anticipándose a exigencias de la sociedad civil y de gobiernos occidentales, un número creciente de empresas multinacionales y menos grandes suspenden o clausuran sus actividades en Rusia. También hay una tendencia por parte de los y las consumidoras a rechazar los productos y servicios rusos, lo que repercute negativamente en la economía de este país, si bien el impacto principal recae en la población en general y no tanto en las autoridades.

También existe un movimiento en gran medida espontáneo de boicots culturales y deportivos. Esto ha dejado clara la condena occidental de la política y las acciones de Rusia y la solidaridad con Ucrania. Algunas medidas de boicot expresan una hostilidad hacia la cultura rusa o personas de nacionalidad rusa como tales. Esto provoca discriminaciones injustificadas, enemista a personas rusas bienintencionadas y refuerza la agresiva campaña occidental de demonización del otro ruso.

Todas las personas refugiadas de Ucrania deben ser acogidas. Por primera vez, la Unión Europea ha activado su directiva de protección temporal a favor de estas personas refugiadas, lo que les permitirá trabajar, estudiar y gozar de protección social. Este precedente debe utilizarse ahora en beneficio de otras gentes que buscan refugio (sirias y otras). Bajo la presión de la sociedad civil, varios Estados europeos ya han extendido la protección temporal y otras medidas específicas de cada país (transporte gratuito, etc.) a todas las personas refugiadas ucranianas, tanto sin son de esa nacionalidad como si se trata de extranjeras que residían en Ucrania.

Debemos mantener la presión, también en solidaridad con quienes huyen de otros países. Denunciamos el racismo institucional y extendido que ha evidenciado la respuesta humanitaria occidental al sufrimiento del pueblo ucraniano, mucho más generosa que la que se ha ido ofreciendo a personas refugiadas no blancas, procedentes de otros conflictos o catástrofes.

La mayoría de personas refugiadas de Ucrania se concentran en los países vecinos, todos ellos miembros de la Unión Europea salvo Moldavia. Estos figuran entre los países más pobres de Europa. La mayoría de servicios de apoyo a las personas refugiadas en estos países los presta la sociedad civil. El Estado se muestra incapaz de ofrecer alojamiento y protección social a las personas refugiadas que vayan a quedarse. El Estado debe hacer más.

Todos los países miembros de la UE deben compartir la carga financiera de las crisis de refugiadas.

El flujo de personas que huyen refleja la extrema violencia de esta guerra. No se ve a menudo un éxodo como este en tan poco tiempo. Sugiere una práctica genocida, de limpieza y eliminación de elementos ucranianos y desleales en el territorio previsto de las colonias de la Nueva Rusia.

El movimiento antiguerra internacional debe ser independiente de las grandes potencias. Esto implica que no debe alinearse con las potencias occidentales (EE UU, Unión Europea, Reino Unido), como han hecho los partidos liberales, socialdemócratas y verdes occidentales. También implica que no debe alinearse con Rusia o China desde una posición campista (de apoyo a cualquier campo que está en contra del imperialismo occidental).

Un posicionamiento campista, prorruso, en el seno del movimiento por la paz supondría evitar toda crítica a la expansión imperialista regional de Rusia, aceptar acríticamente las acusaciones rusas de genocidio contra la población ucraniana rusoparlante, legitimando los pequeños Estados títere, controlados por Rusia, en el Donbás, y reclamando el derecho de autodeterminación (separación de Ucrania e integración en Rusia) de territorios bajo el control militar ruso en un proceso controlado por Rusia. También significaría la falsa representación del gobierno burgués de Ucrania como un gobierno títere o ilegítimo controlado por Occidente y una exageración de la magnitud y la influencia de la extrema derecha nacionalista ucraniana, minimizando o negando el carácter cada vez más autoritario y reaccionario del propio régimen de Moscú.

Alinearse con Occidente implicaría evitar toda crítica al militarismo de la OTAN y a la expansión económica neocolonial de la Unión Europea hacia el este del continente. Comportaría la legitimación de las iniciativas antidemocráticas de la elite política y económica ucraniana. Llevaría a justificar las crecientes restricciones de las libertades civiles en los países occidentales y a criminalizar las opiniones y la actividad política de oposición en Occidente.

* Nos oponemos a la expansión y las agresiones de la OTAN.

Nos oponemos a todo incremento del gasto militar por parte de los países de la OTAN. En efecto, exigimos la reducción del gasto militar a favor del gasto social, la sanidad y la educación en particular. Nos oponemos a toda expansión futura de las ya extensas bases de la OTAN en Europa y proponemos una reducción de las fuerzas de la OTAN como elemento fundamental de la desmilitarización del espacio europeo oriental. Nos oponemos a todo despliegue de la OTAN más allá de sus países miembros. Nos oponemos al ingreso de cualquier país en la OTAN. Apoyamos a cualquier país que quiera abandonar la OTAN y estamos a favor de la disolución de la alianza. La seguridad futura de los países europeos, particularmente lo más pobres, debe basarse en un amplio marco de ausencia de confrontación.

Se prevén aumentos de los presupuestos militares de todos los países de Europa Occidental. Alemania en particular ha dado un giro histórico en sus compromisos militares. Los países europeos miembros de la OTAN siguen vacilando entre la clásica integración capitaneada por EE UU y una integración europea más autónoma (Alemania y los Países Bajos ya han integrado sus batallones acorazados y cuerpos de marines, planeando un aumento de las unidades conjuntas, así como las compras conjuntas y el apoyo logístico conjunto). Ambas opciones responden a ambiciones imperialistas; la opción por una mayor autonomía europea probablemente no supondría más que una limitación al entorno próximo y una menor participación en las fuerzas expedicionarias globales dirigidas por EE UU.

No vemos ninguna contradicción entre la exigencia de reducir el gasto militar en los países de la OTAN y el suministro de armas a Ucrania. De hecho, la entrega de armas a Ucrania sin incrementar los presupuestos militares en los países miembros de la OTAN contribuiría a la reducción del arsenal de la OTAN. Por supuesto, esto solo tendría un efecto limitado, ya que los países de la OTAN están suministrando a Ucrania sobre todo armas más antiguas, en particular las de la época soviética que todavía están en uso o almacenadas en los países de la OTAN del este de la UE2.

En los países europeos de la OTAN también crece el apoyo popular al refuerzo y la construcción de bases militares y la instalación de las tecnologías de guerra más avanzadas de EE UU. Algunos Estados miembros de la OTAN en el este de la UE proponen donar sus propios arsenales de la época soviética a Ucrania, a cambio de que se les entreguen armas más modernas de los miembros más ricos de la OTAN de la parte occidental del continente. Las tres antiguas repúblicas soviéticas bálticas y todos los antiguos países satélites de la URSS son ahora miembros de la OTAN. Muchos de estos países tienen frontera común con Rusia, Ucrania y/o Bielorrusia, y una memoria relativamente reciente de agresión y ocupación soviética/rusa. El conflicto actual ha provocado sentimientos de inseguridad comprensibles, que las autoridades y los principales medios, por supuesto, están azuzando.

Es probable que los gobiernos de algunos países europeos, que actualmente son neutrales, solicitarán el ingreso en la Alianza Atlántica, y el apoyo del público a esta iniciativa va en aumento. Los países neutrales de Europa Occidental probablemente serían bienvenidos en la OTAN, al igual que los países antaño socialistas del sudeste de Europa (la antigua Yugoslavia, Albania), donde Rusia no tiene reivindicaciones territoriales. Se presionará continuamente a los miembros neutrales de la UE (Suecia, Finlandia, Irlanda, Austria y Malta) para que participen en misiones de mantenimiento de la paz, prevención de conflictos y otras iniciativas de cooperación civiles y militares con países miembros de la UE y la OTAN en el marco de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD). Es probable que se amplíe el ámbito de actuación de la PCSD, arrastrando a los países neutrales cada vez más a una alianza de hecho dominada por miembros de la OTAN.

Las únicas repúblicas exsoviéticas y países satélites de la URSS en Europa que no se han integrado en la OTAN son Bielorrusia, un aliado (más bien dependiente) de Rusia, así como Moldavia y Ucrania. La OTAN puede seguir haciendo falsas promesas de futura incorporación a estos dos países, pero el conflicto actual ha confirmado el rechazo de la Alianza a seguir expandiéndose al espacio de la antigua URSS. No obstante, probablemente se incrementará el apoyo militar de la OTAN a estos países y otros aliados de Occidente que habían pertenecido a la URSS, en particular Georgia, que no hace mucho también fue invadida y ocupada por tropas de Rusia y aliados locales. Es probable que poblaciones locales prefieran la perspectiva de ingreso en la OTAN en ausencia de un marco acordado de seguridad alternativo y creíble.

* Nos oponemos al despliegue de tropas rusas fuera de las fronteras de Rusia.

Nos oponemos a todo despliegue internacional de fuerzas de policía entre los países miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Estamos a favor de la disolución de la OTSC.

Si Rusia sale parcial o ampliamente victoriosa de esta guerra, es cada vez más probable que Moscú amenace o haga uso de la fuerza en sus relaciones con Bielorrusia y las antiguas repúblicas soviéticas del sur del Cáucaso y Asia Central. La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) se centra en la policía, pero podría ampliar su ámbito de actuación. Sin embargo, tan solo Bielorrusia y Armenia dependen militar y económicamente de Rusia; otros Estados miembros de la OTSC pueden verse tentados a diversificar sus alianzas, especialmente con China. Una derrota de Rusia probablemente aceleraría este proceso. Mientras que los mercados rusos de productos y trabajo siguen siendo importantes para estos países, productores de petróleo y gas como Azerbaiyán, Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán tienen más opciones para su desarrollo económico.

* La eliminación de las armas nucleares, biológicas y químicas es más importante que nunca.

Rusia, EE UU, Francia y el Reino Unido deben reiterar su compromiso de no ser los primeros en utilizar armas nucleares. Ante el punto muerto a que se ha llegado en el terreno militar, Putin ha doblado repetidamente la apuesta estratégica llegando a blandir la amenaza nuclear y después lanzando un misil hipersónico de medio alcance a un objetivo situado cerca de la frontera polaca. Ambos bandos se han acusado mutuamente de planear ataques químicos o biológicos.

Vemos cómo, lejos de imposibilitar la guerra (la doctrina del equilibrio de fuerzas y la preocupación por la destrucción mutua asegurada), la posesión del arma nuclear se emplea en realidad para permitir lanzar una guerra convencional en el corazón de Europa al amparo del paraguas atómico del agresor. El movimiento por la paz viene afirmando desde hace tiempo que únicamente un desarme nuclear podría librarnos de esta amenaza. Putin nos ha dado la razón. Pero cuidado: todas las potencias que disponen de armas nucleares tratan de conseguir que sean políticamente aceptables y una y otra vez lanzan la idea de un uso táctico de armas nucleares más pequeñas y aceptables.

Tesis sobre la solidaridad con Ucrania

* ¡Por la liberación nacional! ¡El pueblo ucraniano tiene derecho a vivir en paz!

Todo el mundo ha visto las pancartas que portaban emigrantes de Ucrania en las manifestaciones por la paz: “Si los rusos dejan de luchar, no habrá guerra; si los ucranianos dejan de luchar, no habrá Ucrania”. Cuanto mayor sea la resistencia ucraniana y la capacidad de los sectores progresistas de la sociedad de participar en esta lucha y modelarla, tanto mejor serán después la paz y la sociedad ucraniana.

Desde el exterior no debemos llamar a la paz a cualquier precio mientras la población ucraniana apoya masivamente la continuación de la resistencia militar. En este contexto, la paz a cualquier precio significa magnificar las ganancias de Rusia a expensas de Ucrania.

Ucrania ofrecerá probablemente un compromiso constitucional de mantener la neutralidad y reiterar su rechazo vigente de toda base extranjera permanente (la única potencia extranjera que mantiene tropas de forma permanente en Ucrania es Rusia, que cuenta con fuerzas estacionadas en partes del Donbás y en Crimea desde hace ya varios años). Rusia ha exigido que Ucrania no disponga de determinadas categorías de armamento pesado u ofensivo. La cuestión, entonces, es ¿qué garantías de seguridad tendrá Ucrania en la nueva paz?

Rusia y Occidente prometieron respetar las fronteras de Ucrania cuando este país renunció a todas sus armas nucleares (el único país que lo ha hecho jamás). El valor de tales promesas ha quedado ahora claro, tristemente, para todo el mundo. Es de suponer que Ucrania tratará de que se establezca alguna clase de mandato de Naciones Unidas o de la organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). El principal obstáculo en esta vía será la oposición de Rusia y la constante amenaza de una intervención rusa, sobre todo si Rusia conserva sus colonias de hecho en el Donbás.

* Denunciamos los crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso en Ucrania.

Además de la invasión injustificada, Rusia ha atacado a personas civiles e infraestructuras civiles como hospitales. Rusia ha impedido a personas civiles salir de ciudades sitiadas y amenazando asimismo a personas civiles con llevarlas ante tribunales militares si no se van. El hecho de que líderes occidentales denuncien crímenes de guerra rusos no significa que debamos guardar silencio. Denunciamos todos los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, independientemente de quién sea el responsable. Denunciamos la hipocresía de las potencias occidentales que denuncian a Moscú invocando la legalidad internacional y grandes principios humanitarios que ellas mismas han violado repetidamente.

Es probable que los vencedores de esta guerra establezcan algún tipo de tribunal. Preferimos que sean tribunales independientes en una Ucrania democrática, con una perspectiva de restitución y reconciliación entre ucranianos y entre los pueblos de Ucrania y Rusia.

* Deben reconocerse los derechos de las minorías en Ucrania. La defensa de este derecho, sin embargo, no debe nutrir el discurso de Putin, quien alega que interviene para defender a la población rusoparlante de Ucrania amenazada de genocidio.

La cuestión de la recuperación de la igualdad lingüística legal y del uso de las diversas lenguas del país en la educación, la administración y los medios, inclusive en el Donbás y en Crimea, no puede resolverse bajo ocupación rusa. La preocupación genuina por las minorías en Ucrania también debe incorporar medidas para proteger a las minorías ucraniana y tártara de Crimea, que constituyen más de una cuarta parte de la población y que prácticamente han perdido todos los derechos lingüísticos y culturales desde la invasión rusa y la incorporación unilateral de esta península a la Federación Rusa.

Rusia ha difundido con éxito su visión propagandística de la situación de la población rusoparlante en la región del Donbás, causando confusión en sectores de la izquierda occidental, que en algunos casos apoyan demandas rusas. Debemos dejar claro que las autoproclamadas repúblicas populares del Donbás son entidades apoyadas por Rusia, gobernadas por una alianza de enviados rusos, la mafia local y aventureros de extrema derecha. Impera allí una masiva represión social, política y cultural, peor que en cualquier otro lugar del continente europeo y peor que en cualquier lugar de la parte asiática de Rusia. Rusia ha reconocido a estos Estados sin delimitar sus fronteras.

Cabe suponer que las tropas rusas impondrán referendos amañados en regiones aledañas y las integrarán paulatinamente en el proyecto colonial de la Nueva Rusia. En este contexto, reclamar la inmediata autodeterminación de la población rusoparlante en estas regiones equivale a apoyar efectivamente la colonización rusa de Ucrania y la consolidación de administraciones coloniales sumamente reaccionarias.

La izquierda ucraniana, que incluye a muchos y muchas activistas del Donbás, llama a reforzar los derechos de la población rusoparlante ucraniana en el marco de un nuevo régimen democrático tras la expulsión de las fuerzas invasoras. Como señalan nuestras amigas y amigos del Movimiento Social Ucraniano, el discurso de Putin se confunde perversamente con el de los ultranacionalistas ucranioparlantes, que siempre han considerado a la población rusoparlante ucraniana de gente de dudosa lealtad.

¡Rechacemos el veneno del choque de civilizaciones!

La vasta mayoría de la población rusoparlante de Ucrania lucha contra los invasores. Incluso en las ciudades ocupadas recientemente por el ejército ruso, civiles desarmados manifiestan su rechazo de la ocupación en amplias manifestaciones pacíficas. Personas ucranianas rusoparlantes siguen cayendo víctimas de la guerra de Rusia, sufren bombardeos o se van camino del exilio. Al reconocer la lealtad mayoritaria de la población rusoparlante, el gobierno ucraniano levantó recientemente el bloqueo de las redes sociales rusas y animó a la ciudadanía a ponerse directamente en contacto con sus familiares y amistades en Rusia. Una victoria parcial o total de Ucrania puede sentar las bases para la reintroducción de la lengua rusa en la administración pública, la educación y los medios de comunicación públicos. En cambio, una humillación de Ucrania puede impulsar a la extrema derecha a atacar de nuevo a la población rusoparlante ucraniana como un elementos desleal e indigno de confianza.

En el interior de Rusia, y entre la gente rusoparlante en otros países, el imperialismo ruso también se promueve a modo de cruzada cultural y política con el propósito de restablecer la dominación étnico/lingüístico/cultural en las regiones que habían formado parte de los imperios ruso o soviético. Un elemento de ello es la negación de la identidad ucraniana (Ucrania no tiene una historia significativa separada de la de Rusia, la lengua ucraniana es un dialecto del ruso, la cultura ucraniana es una variante popular de la cultura rusa, etc.).

Partes de la izquierda occidental han sido vulnerables a esta propaganda granrusa, tal vez porque su conocimiento de la región se limita al estudio del componente ruso de la revolución en el imperio ruso y del componente ruso de la resistencia antiestalinista en la URSS. Tal vez también debido al escaso conocimiento de la cultura ucraniana en Occidente como reflejo de su marginalidad como el país más pobre del continente y la concentración de la emigración ucraniana en los sectores más inestables y peor pagados de la economía europea occidental. Cualquiera que sea la explicación, el hecho de que la mayor parte de la izquierda occidental no haya dialogado con intelectuales y activistas de Ucrania es motivo de sorpresa y consternación para nosotros.

También se observa un resurgimiento de las pretensiones de una superioridad civilizacional de Occidente en contraste con el orientalismo ruso y y su carácter bárbaro. En este discurso occidental, que tiene profundas raíces reaccionarias, Europa es sinónimo de civilización y progreso, y todo lo que hay al este y al sur solo se admite como civilización y progreso en la medida en que demuestra lealtad de los valores occidentales.

* Apoyamos la solidaridad política, financiera y material con las fuerzas de izquierda y los movimientos sociales independientes en Ucrania.

Al aportar nuestra solidaridad de izquierda a la resistencia del pueblo ucraniano ayudamos a la izquierda ucraniana, en la medida de lo posible, a salir reforzada, en lugar de dejar el espacio despejado para los neoliberales y la extrema derecha. Estamos por una solidaridad práctica y concreta de pueblo a pueblo. No podemos contentarnos con un mero posicionamiento político o con declaraciones de principios, ni con la crítica a nuestro gobierno.

La solidaridad es necesaria a ambos lados de la línea del frente. No imponemos la solidaridad, sino que la ofrecemos. Nos dejamos guiar por la resistencia ucraniana y los movimientos antiguerra en el país agresor. Esto significa, ante todo, escuchar, y después pensar, para finalmente actuar. No debemos asociarnos con los numerosos llamamientos de sectores de la izquierda occidental a favor de la paz a expensas del pueblo ucraniano. Algunas de estas iniciativas son bienintencionadas, pero no dejan de ser propuestas arrogantes, concebidas y promovidas por gentes de Occidente para el pueblo ucraniano y sin el pueblo ucraniano.

Las fuerzas de izquierda en Ucrania participan en todos los ámbitos de la lucha de liberación. Los y las militantes de algunos grupos se han unido a las mismas fuerzas militares o de defensa civil, aunque el alcance de estas iniciativas todavía es limitado. La izquierda ha lanzado varias iniciativas de asistencia humanitaria que merecen nuestro apoyo. Las gentes progresistas ucranianas siguen organizándose, presionando y publicando materiales a favor de demandas civiles y políticas y se oponen a los intentos de imponer reformas reaccionarias utilizando la guerra como pretexto. También hay activistas de izquierda en el exilio, donde desempeñan un papel importante en el movimiento por la paz y en iniciativas de ayuda a las personas refugiadas.

La izquierda rusa y los movimientos feminista y por la paz se enfrentan a una represión creciente, pero no cejan en sus esfuerzos. Cuentan con el apoyo de una creciente movilización de la diáspora de gentes rusas progresistas. En anteriores guerras, las familias de soldados muertos desempeñaron un papel importante en la concienciación de la población y la protesta contra el militarismo, junto con estudiantes y otras comunidades activistas.

La izquierda bielorrusa es numéricamente débil, pero prosigue con sus esfuerzos a favor de la democratización y la justicia social. Existen allí redes clandestinas que promueven y facilitan la deserción y emigración de hombres jóvenes llamados a filas, divulgando asimismo informes no confirmados sobre el sabotaje de instalaciones logísticas.

Cada vez más partidos de izquierda de Centroeuropa (antiguos países satélite de la URSS, ahora miembros de la Unión Europea) se solidarizan políticamente con el Movimiento Social de Ucrania (SR), transmitiendo sus propuestas e incluso abandonando foros de izquierda como la Internacional Progresista, que evita posicionarse sobre la liberación de Ucrania.

Varios grupos progresistas de Ucrania han organizado recolectas de fondos. Asociaciones progresistas de los Países Bajos, Alemania y otros países organizan recolectas para ayudar a iniciativas progresistas y humanitarias en Ucrania. En cuanto al apoyo material, sindicatos franceses, por ejemplo, preparan el envío de un convoy obrero para mostrar su solidaridad y entregar material de ayuda.

* Rechazamos los planes imperialistas de Rusia y de Occidente para Ucrania. ¡Fuera las tropas rusas! Los productos y servicios y los trabajadores y trabajadoras de Ucrania deben tener acceso a los mercados occidentales sin que Ucrania esté obligada a abrir sus propios mercados. Hay que cancelar la deuda de Ucrania y los fondos de cualquier sanción occidental deben transferirse a las autoridades ucranianas.

Los esfuerzos de Moscú por la integración económica capitalista de los países de la antigua URSS bajo predominio ruso se han estancado en los últimos años. En respuesta a anteriores sanciones occidentales, Putin ha impuesto un cambio de estrategia a largo plazo de Rusia, abandonando los circuitos económicos occidentales y las instituciones dominadas por Occidente, incrementando la capacidad agrícola e industrial nacional mediante la sustitución de importaciones y la intensificación de la inversión en sectores estratégicos.

Putin pretende dar marcha atrás a la integración económica de Ucrania en la Unión Europea como territorio periférico y la prevista privatización de tierras ucranianas a favor de empresas occidentales. Ha decidido que la reintegración forzada de Ucrania, la segunda economía más fuerte de la antigura URSS, pero ahora el país más pobre de Europa, cimentará la dominación imperial rusa sobre la periferia cercana durante otra generación.

Su ambición pasa por integrar las fértiles llanuras y los centros industriales del este de Ucrania en el espacio económico ruso, reforzando el papel dominante de Moscú en la producción de una amplia gama de productos agrícolas y mineros, así como su capacidad industrial y su competitividad. Tras la anexión de Crimea, esta invasión está destinada a ampliar el acceso de Rusia al mar Negro, el único mar navegable durante todo el año al que puede acceder Rusia en su costado europeo.

Para este proyecto, la Rusia de Putin solamente necesita el este y el sur de Ucrania. Sin sus fértiles tierras negras y su industria oriental y sin su costa, cualquier Estado ucraniano amputado quedará empobrecido, privado de recursos y a merced de todos sus vecinos. Estrategas conservadores en Moscú ya han lanzado la idea de ofrecer a Polonia, Hungría y Rumanía territorios del oeste de Ucrania, reabriendo así una caja de Pandora de tensiones entre los diversos países y naciones de Europa.

Es probable que tras este conflicto Ucrania esté en quiebra y su economía descompuesta y degradada, especialmente si Rusia mantiene el control de territorios del este y del sur del país. El imperialismo occidental intentará controlar cualquier territorio ucraniano que no ocupe Rusia sobre la base de los acuerdos de asociación neoliberales y desiguales que mantiene la UE con países vecinos.

24/03/2022

Europe Solidaire Sans Frontières

Pierre Rousset, Mark Johnson

111111 En vez de acelerar la transición a fuentes de energía renovables. Los países occidentales utilizan la guerra para justificar una expansión de la energía nuclear y del uso de carbón.

222222 Incluida Alemania, que heredó y puso fuera de servicio la totalidad del arsenal de las fuerzas armadas de la RDA.

24/03/2022

Europe Solidaire Sans Frontières

Pierre Rousset, Mark Johnson

11 En vez de acelerar la transición a fuentes de energía renovables. Los países occidentales utilizan la guerra para justificar una expansión de la energía nuclear y del uso de carbón.

22 Incluida Alemania, que heredó y puso fuera de servicio la totalidad del arsenal de las fuerzas armadas de la RDA.

Artículo inicialmente publicado en Europe Solidaire Sans Frontières

Foto de Andre Dalmau

24/03/2022

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