Leila Al Shami. 26 agosto 2023
Leila Al-Shami es escritora, activista y coautora, junto a Robin Yassin-Kassab, de «Burning Country: Syrians in Revolution and War«.
Ayer, 25 de agosto, la bandera de la revolución ondeó en pueblos, ciudades y aldeas de toda Siria. En Swaida, Dara’a, Alepo, Idlib, Raqa, Hasakeh y Deir Al Zur, miles de personas salieron a la calle para revivir los cánticos de la revolución.
Las protestas estallaron en el sur del país hace unos días, en Swaida y Dara’a, que están bajo el control del régimen. Se desencadenaron por la crisis del coste de la vida, especialmente por el reciente aumento de los precios del combustible fruto del recorte de las subvenciones. La gente tiene dificultades para cubrir sus necesidades básicas, una de las razones por las que muchos siguen huyendo del país. Más del 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y la mitad padece inseguridad alimentaria. Un empleado del Estado sirio gana actualmente unos 10 dólares al mes, una cantidad insuficiente para mantener a una familia, ya que los alimentos básicos suben de precio vertiginosamente. Es el régimen el que ha llevado al país a la ruina. Las protestas desencadenadas por reivindicaciones socioeconómicas no tardaron en escalar hasta convertirse en renovados llamamientos a la caída de Assad.
En Swaida, de mayoría drusa, el estamento clerical ha expresado su apoyo a las protestas, lo que supone un cambio en una región que hasta ahora había mantenido una posición de neutralidad durante la revolución. Los manifestantes drusos entonaban cánticos revolucionarios: «Siria es nuestra, no de Assad», coreaban. También corearon el lema antisectario «uno, uno, uno, el pueblo sirio es uno» y miembros de la tribu suní beduina se unieron a ellos enviando un claro mensaje de unidad a pesar del continuo intento del régimen de fermentar la división sectaria. Una manifestación simbólica izó una bandera de la revolución en la tumba del sultán Prasha Al Atrash, héroe druso de la lucha anticolonial contra los franceses. Los sirios luchan una vez más por la liberación nacional, frente a un régimen criminal que carece de legitimidad popular.
Desde el 16 de agosto, más de 52 localidades del sur han sido escenario de protestas y otros actos de desobediencia civil. El 20 de agosto se siguió a amplios niveles una huelga general encabezada por los conductores de transporte público, en la que también cerraron tiendas y comercios. Varios edificios del régimen fueron atacados. El miércoles, manifestantes furiosos saquearon las oficinas locales del partido Baaz en Swaida. Además del deterioro de las condiciones de vida, los manifestantes también expresaron su rabia contra la corrupción rampante y pidieron que se reprimiera el tráfico de drogas. Los señores de la guerra y los compinches del régimen han estado amasando riqueza y poder mediante mediante el contrabando de captagon, una droga similar a las anfetaminas, lo que ha deteriorado la situación de seguridad en el sur.
El viernes, las protestas se extendieron por todo el país y la gente salió a la calle bajo el lema «Viernes para la rendición de cuentas de Assad». En escenas que recordaban a los primeros días de la revolución, mujeres y hombres de todos los estratos sociales pedían la caída del régimen. Muchos cánticos y pancartas exigían también la salida de los patrocinadores imperiales de Assad: Rusia e Irán. Los manifestantes del norte coreaban en solidaridad con sus compatriotas del sur. En Idlib y Atarib, en el campo de Alepo, las banderas de las comunidades drusa y kurda se izaron junto a la bandera de la revolución. Y hubo numerosas muestras de solidaridad con la resistencia ucraniana. En el campamento de Mashhad Ruhin, en Idlib, donde ahora viven los desplazados por el terror de Assad, la multitud se reunía y coreaba «el pueblo quiere la caída del régimen». Los niños, que ni siquiera habían nacido cuando comenzó la revolución siria, se sabían la letra de todas las canciones revolucionarias. Incluso los miembros de la comunidad alauí, base leal a Assad, han expresado en las redes sociales en los últimos días su ira contra un régimen que ha destruido el país.
En Swaida, las mujeres encabezaron las protestas para pedir la liberación de los presos políticos, una reivindicación clave de todos los sirios libres. Más de 130.000 personas han sido detenidas o desaparecidas forzosamente por el régimen desde 2011. Los carteles exigían la liberación de Ayman Fares, hijo de Lattakia, que publicó un vídeo que se hizo viral hace unos días criticando al régimen y fue detenido cuando intentaba huir a Swaida. El régimen hace frente a la disidencia de la única forma que conoce: con una severa represión. Tanto en Alepo como en Dara’a se han recibido informes de disparos de las fuerzas de seguridad contra manifestantes y se ha informado de la muerte de dos civiles en el barrio de Al-Fardus, en la ciudad de Alepo. La Red Siria de Derechos Humanos informa de que en los últimos días se ha detenido a 57 civiles en relación con las protestas. Y los bombardeos no han cesado. Esta misma mañana, aviones de combate rusos y del régimen han atacado dos escuelas en la provincia de Idlib, continuando así su implacable campaña contra la población civil con la seguridad de que la comunidad internacional no responderá de forma significativa a los crímenes de guerra que se están cometiendo.
En los últimos días han aparecido en las redes sociales campañas coordinadas con una lista de reivindicaciones y llamamientos a la protesta. Una de ellas es el Movimiento 10 de Agosto que, entre otras cosas, pide el establecimiento de un gobierno de transición en consonancia con la resolución 2254 (2015) del Consejo de Seguridad de la ONU, el fin de la división sectaria, el fin de la ocupación extranjera y la intervención exterior, la liberación de todos los detenidos y el procesamiento de los criminales de guerra. Estas valientes mujeres y hombres de todo el país han demostrado que el régimen no puede bombardear, matar de hambre, torturar, gasear y violar al pueblo sirio hasta la sumisión. A pesar de todo lo que han sufrido, y a falta de una solidaridad internacional significativa con su lucha, el sueño de una Siria libre sigue vivo. El mundo puede optar por la normalización con Assad, pero los sirios libres han dejado claro una y otra vez que nunca aceptarán su gobierno.
Traducido del inglés por Sinfo Fernández