A los Gobernantes del Mundo,
A los Pueblos de la Tierra,
En unos días, la atención del mundo se dirigirá a una tierra de montañas, llamada Escocia, donde se reunirán las voluntades y esperanzas de detener una catástrofe que ya está ocurriendo en todo el mundo. El calentamiento global ha venido derritiendo las nieves de la Cordillera de los Andes, descongelando el Ártico y provocando inundaciones y sequías de gran intensidad en nuestro pedazo de tierra: la selva amazónica. Los cambios en el comportamiento de las plantas, las lluvias y los animales son signos de un grave desequilibrio que hará que el cielo se derrumbe, según nuestros chamanes, o que haga de la Tierra un lugar inhabitable para la especie humana, según los científicos. Los hombres y mujeres de la ciencia están de acuerdo: el calentamiento del mundo se debe a la liberación a la atmósfera de gases que intensifican el llamado “efecto invernadero”. Y los principales responsables de estas emisiones son la quema de combustibles fósiles y la deforestación de bosques. Son dos monstruos que se retroalimentan, devorando la vida en el planeta.
El Amazonas es la cuenca hidrográfica más grande y el bosque tropical continuo más grande del mundo, con bosques de manglares muy ricos. Se extiende por nueve países: Brasil, Perú, Ecuador, Venezuela, Colombia, Surinam, Bolivia, Guyana y Guayana Francesa y es el hogar de más de 300 pueblos indígenas, además de otros pueblos y comunidades tradicionales. Debido a su capacidad para absorber carbono de la atmósfera, regular la lluvia y la temperatura, la selva amazónica es vital para el equilibrio climático de la Tierra. Los ataques contra el bosque son, en la práctica, ataques contra la humanidad.
Y a pesar de que todos lo saben, el desmonte de millones de hectáreas de selva continúa año tras año, habiendo aumentado en el último período. Asimismo, la destrucción ambiental provocada por la minería, tanto legal como clandestina, los incendios y el envenenamiento de tierras por plaguicidas continúan en escala ascendente. A pesar de ser gestos locos, detrás de ellos hay una lógica perversa, impulsada por la codicia ilimitada, por el afán de dominar el viento, la lluvia, el sol y la luna.
Vivimos en el Amazonas. Aquí, desde la invasión europea, hemos estado luchando contra una colonización depredadora, etnocida y genocida que explota y destruye el bosque y sus pueblos. Intentaron desarraigar nuestras raíces, exterminar costumbres, idiomas y saberes, aun así seguimos resistiendo. En medio de las luchas, con la fuerza de las guerreras Amazonas, reinventamos la vida. En nuestros territorios, la naturaleza vive y tiene derechos, los bosques y los ríos son bienes comunes. Buscamos el Buen Vivir. Por eso, las fuerzas impulsadas por el lucro nos atacan. Seguimos resistiendo.
Hay un momento en que las cosas se deciden. Y este momento es ahora. Estudios científicos han demostrado que en las áreas devastadas, en el sur y sureste de la Amazonía brasileña, el bosque milenario, precisamente por el sacrificio de sus árboles, está emitiendo más dióxido de carbono que absorbiéndolo. Otras investigaciones demuestran que se acerca peligrosamente el punto de no retorno, cuando el bosque ya no tendrá la capacidad de recuperarse. En todos los continentes latinoamericanos ya se están sintiendo los efectos de la destrucción de los bosques. Del Pacífico al Caribe, de los Andes a la Pampa.
En tiempos de peligro hay que ser audaz. La selva amazónica está siendo ahogada por varios crímenes, liderados por gobiernos genocidas como Brasil y Colombia. Poner fin a estos gobiernos es una necesidad urgente para los pueblos del Panamazonia y el mundo. Pero además de deshacerse de los malos gobernantes, es necesario cambiar su política. Definitivamente detener los cortes e incendios es una medida indispensable y curativa. Asimismo, apoyamos la campaña que realiza la Coordinación de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica para que lleguemos al 2025 con el 80% de la cobertura forestal en la Amazonía en pie, asegurando así que no se llegue al punto de no retorno. A escala internacional, es necesario interrumpir el consumo de productos vinculados a la deforestación en la Amazonía, como los derivados de la agroindustria depredadora. La defensa de la Amazonía es la única alternativa para los pueblos en todos los continentes.
Es fundamental demarcar y proteger todas las tierras indígenas y comunidades tradicionales, deteniendo de inmediato las invasiones y ataques. Exigir el cumplimiento del Convenio 169 de la OIT, que garantiza la consulta libre y bien informada con los pueblos y poblaciones tradicionales, en el caso de proyectos que afecten nuestros territorios y nuestra forma de vida. Ya no es posible soportar los pesados costos sociales, ambientales y culturales que imponen los megaproyectos hidroeléctricos, proyectos de infraestructura y los monocultivos de soja, palma aceitera, eucalipto, acacia que no benefician nuestra vida y son amenazas concretas para nuestra existencia.
Cuando esta carta llegue a sus manos, los gobernantes del mundo, es posible que estén discutiendo cómo asignar los recursos previstos para detener la catástrofe climática. Digamos honestamente que ningún centavo debe destinarse a quienes, mediante ataques abiertos o falsas soluciones ambientales, promueven la destrucción de la naturaleza y su transformación de ser vivo en ser muerto. Los recursos del mundo para defender el bosque deben ir a quienes derraman su sangre, desafían la violencia y, sin embargo, son los defensores de la naturaleza más comprometidos. Por esto es justo que recibamos directamente los recursos destinados a salvar el bosque. De esta manera podremos potenciar y expandir nuestra acción, beneficiando a toda la humanidad.
No hay más tiempo para esperar. Nosotros, pueblos indígenas, quilombolas, pescadores, habitantes de ciudades amazónicas, científicos de diversas áreas, nos reunimos durante cuatro días en Belém, intercambiando conocimientos y percepciones; luego de llegar a algunas conclusiones, escribimos esta carta, con lo que dice nuestro corazón, reforestando mentes para la curación de la Tierra.
Desde Belém do Pará, cerca del delta del Gran Río, alzamos la voz. Estamos convencidos de que la Amazonía es el corazón del mundo. Aquí tendrá lugar el choque decisivo, donde se decidirá el destino de la Humanidad y la Biodiversidad. No hay forma de salvar el clima del planeta sin detener los ataques contra la Amazonía y nuestra gente. Creemos que la fuerza de los pueblos del mundo podrá cambiar esta historia. Una Amazonia preservada y victoriosa será el trampolín para una nueva Humanidad
Belém , 23 de Octobre de 2021